lunes, 2 de junio de 2014

Valor de ley, de Charles Portis

Teníamos pendiente desde hace días hablar de la novela Valor de ley, de Charles Portis, publicada en 1968 (aquí la tradujo Eduardo Mallorquí) y en la que se basaron sendas versiones cinematográficas a cargo de Henry Hathaway (1969) y los hermanos Coen (2010). Su personaje principal, interpretado por John Wayne en la primera versión y por Jeff Bridges en la segunda, inspiró también otra película de título homónimo al personaje -Rooster Cogburn- que por estos pagos se tituló El rifle y la Biblia (Stuart Millar, 1975), con unos otoñales Wayne y Katherine Hepburn, además de dar lugar a una serie de televisión protagonizada por Warren Oates. Para el recuerdo de muchos espectadores quedan escenas como el duelo final, a modo de justa medieval, entre Cogburn y los bandidos, la desesperada carrera por salvar a Mattie o las monumentales curdas del protagonista. Sobre si es mejor la primera o la segunda versión hay opiniones para todos los gustos: quizás resulte más entrañable Wayne como comisario en la película de 1969, mientras que en la segunda la joven Hailee Steinfeld está al mismo nivel que el protagonista, Jeff Bridges, en una dupla de mucho nivel y carisma. Hay quien se cansa de las películas de Wayne de los años sesenta y setenta, cuando hacía siempre el mismo papel y resultaba -a veces- una parodia de sí mismo; y hay quien no soporta ciertas cosas de los Coen, aunque esta resulte quizás de las más clásicas, dentro de su paradójica modernidad.


     La novela está narrada de manera retrospectiva por la propia Mattie Ross, ya adulta, solterona y decidida a buscar a Cogburn en algún espectáculo del Salvaje Oeste, cuando ya el viejo comisario vivía sus últimos años. Ella evoca aquella aventura que la llevó a vengar la muerte de su padre a manos de Tom Chaney, un antiguo trabajador de este, cuando ella contaba solo con 14 años. Para ello tuvo que recurrir a los servicios de Rooster Cogburn, descrito por el sheriff como el más malvado: "Es implacable, cruel y no conoce el miedo. Le encanta empinar el codo". Es un tipo que irá aceptando progresivamente a la joven, pese a su inicial rechazo hacia ella y su desconfianza. La novela está salpicada de citas de la Biblia, a modo de recordatorio de la misión de venganza en la que se ha embarcado la joven: "Huye el impío sin que nadie lo persiga".
     Las primeras páginas, hasta que encuentra a Cogburn, muestran el viaje que realiza la joven Mattie en busca de respuestas, su enfermedad y refugio en casa de la abuela Turner, y sus primeras indagaciones. Contiene algunos pasajes de humor negro, como a la hora de dormir ambas o el juicio al que asiste y en el que ve quién es el comisario, pero sobre todo sirven para descubrir que la chica tiene carácter y una tozudez digna de encomio, como cuando se enfrenta a Stonehill a cuenta de la partida de caballos que su padre había ido a comprar. Logra  más o menos lo que quiere, y empieza a tratar de convencer a Cogburn de que acepte su propuesta de ir a las montañas de la nación Choctaw a buscar a Chaney quien, al parecer, está con Lucky Ned Pepper, un conocido ladrón, y su banda. Luego conoceremos al fatuo ranger tejano LaBoeuf, que acabará siendo, como el propio Cogburn, más franco y abierto de lo que al principio parecía. Pensemos en algún pasaje en el que el viejo comisario tuerto explica su pasado -oscuro-, ante los atentos ojos de Mattie, que lo sitúa en todos los grandes acontecimientos de la época.
        Y es que la novela permite ir desgranando aspectos de cada uno de los personajes -novela iniciática-, al tiempo que contiene un fresco histórico de primer nivel, en el que la expansión al Oeste prosigue y donde comienza a asentarse una nueva sociedad, necesitada de leyes y justicia. Y esto último es lo que busca Mattie, aunque a veces nos encontremos con un "rigor moral" que nos pueda resultar chocante hoy; pero no olvidemos que es una cría de 14 años, algo respondona, que proviene de una familia educada en la rectitud y el amor al trabajo, lectores de la Biblia y seguidores, en cierto modo, de lo que ahí se dice. Por todo ello, porque en apenas 200 páginas uno se encuentra una historia creíble, que va creciendo y que tiene equilibrio entre el humor y la crueldad -la muerte de los dos jóvenes ladrones en la cabaña-, es por lo que esta novela es muy recomendable. Si, además, hay dos grandes películas basadas en ella -la de los Coen es la más fiel-, la fiesta es todavía mayor.


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