viernes, 6 de junio de 2014

Doña Perfecta (III)

Los siguientes capítulos que vamos a analizar (del XI al XV) suponen el empeoramiento de las relaciones entre Pepe y el resto de las fuerzas vivas del pueblo, con posturas cada vez más irreconciliables y mayor tensión, no exenta, eso sí, de algún episodio humorístico. Así, el capítulo XI ("La discordia crece") ofrece un cuadro de costumbres del pueblo, centrado en los tiempos de ocio de las gentes de Orbajosa, quienes siempre se consideran mejores que los demás (p. 174). El centro de sus reuniones es el casino, lugar en el que se fraguan las habladurías y chismorreos, de los que Pepe Rey es habitual protagonista (p. 175) y que poco a poco van mellando su resistencia y aguante (p. 176): "Además del natural disgusto que las costumbres de la sociedad episcopal le producían, diversas causas, todas desagradables, empezaban a desarrollar en su ánimo honda tristeza, siendo de notar principalmente, entre aquellas causas, la turba de pleinteantes que, cual enjambre voraz, se arrojó sobre él". Frente a estos problemas (los de las tierras) solo se mantiene firme su amor hacia Rosario (p. 177). No hay más. Y es que a perro flaco todo son pulgas, pues enseguida llega con el correo una orden del Ministerio de Fomento en la que se le releva del cargo que le habían confiado (p. 179). Hay una mano negra detrás, eso es evidente. La reacción de su tía resulta harto cómica, pues pone el grito en el cielo ante tal atropello...que tal vez ella ha provocado. Sin embargo, para Pepe el enemigo está personificado en el pueblo de Orbajosa, pese a que su tía siga atribuyendo todas las desgracias a su "entendimiento, tu descomunal entendimiento, es la causa de tu desgracia" (p. 181). Además, de repente, la joven Rosario no quiere salir de su cuarto (p. 182), aquejada de ciertos males melancólicos; por supuesto Pepe no puede subir a verla y el capítulo termina con una comparación con la figura de Jesucristo (p. 183): "Padre mío, ¿por qué me has abandonad0? Y es que, por evidente que resulte la analogía con el redentor, el sufrimiento de Pepe es también la derrota de las ideas progresistas y científcias frente al caciquismo y cerrazón imperantes...

Aquí un amigo, don Inocencio, quien parece indicar lo poco que le queda para echar a Pepe de Orbajosa

   El capítulo XII ("Aquí fue Troya") comienza con noticias del misterioso encierro de Rosario en su habitación y las sospechas en el lector y en el propio Pepe de que algo pasa con el correo, pues hasta ahora su padre no ha recibido ninguna de sus misivas (p. 185). Es descrito como un héroe romántico...que va al casino (p. 185: "Entró en él como un desesperado que se arroja al mar"). Más allá del triste panorama que encuentra en este lugar, vemos que Pepe está solo,  que da vueltas sin saber muy bien adónde dirigirse. En estas aparecerá Juan Tafetán, una suerte de don Juan de provincias degradado, que es tolerado por todos y que rápidamente "sorprende" a Pepe mirando hacia unos balcones en los que están unas jóvenes, las Troyas. Juan lleva al ingeniero a la casa de estas tres chicas, de no muy buena reputación (p. 189: [...] la mala reputación de las Troyas consistía, más que nada, en su fama de chismosas, enredadoras, traviesas y despreocupadas") y marcadas por un estigma del que no se pueden librar (p. 190). Ellas cosen (ya hemos hablado en clase de esta tarea), están al quite de lo que se dice sobre Pepe y son felices en su miseria. A Pepe le provocan compasión pues están "condenadas por el mundo a causa de su frivolidad" (p. 192) e incluso cree que en otro tiempo aquella fue una casa decente y honrada...pero un incidente cómico al final le granjeará futuros enemigos...(p. 193).
    Y es que la travesura de las Troya va a traer cola. En el capítulo XIII ("Un casus belli") prosiguen las chiquilladas, que también le sirven a Pepe para saber que hay dos personas que jamás serán objeto de las burlas de ellas: doña Perfecta y el Penitenciario (pese a lo que sucede). Por cierto, el sobrinísimo de este, Jacintito, observa atónito desde su despacho a Pepe en casa de las jóvenes...y le faltará tiempo para contárselo a su protector. Nuestro héroe sale avergonzado de la casa, pues sabe que ha cometido un error al entrar allí (p. 197): "Deploró con toda su alma haber entrado en casa de las Troyas, y resuelto a emplear mejor el tiempo mientras su hipocondría le durase, recorrió las calles de la población". Él mismo es un vagabundo como los que ve por el pueblo. Incluso es expulsado de una capilla que visita en su errático deambular (p. 198); solo le queda volver a casa de su tía, tal y como anuncia el final del capítulo, en una estrategia narrativa de folletín (p. 198).
    Con el capítulo XIV ("La discordia sigue creciendo") vemos de nuevo las futiles tentativas de Pepe por ver a Rosario, así como la bronca que se gana de su tía a costa de sus nuevas compañías (las Troya, Juan Tafetán) y sus "travesuras". Como es lógico, doña Perfecta piensa mal de su sobrino, pero aún es peor don Inocencio, con su hipocresía ante la acusación de Pepe (p. 201: "El señor obispo- dijo Pepe Rey- debía pensarlo mucho antes de arrojar a un cristiano de la iglesia") y su mala fe (p. 201). Como vemos por el tenso diálogo entre ambos, don Inocencio es incapaz de ocultar su maldad, pero Pepe tampoco parece muy dado a reaccionar o al menos plantar más batalla, aunque su prodigalidad verbal siga siendo algo incómoda (p. 203): "Por lo visto, aquí el obispo gobierna las casas ajenas". Aún así su ira le va a llevar defenderse con ardor, cuando bromee con Jacintito (p. 205) y a lanzar un órdago: se va a ir. Esta decisión provoca música celestial en los oídos de alguno (p. 206), y una respuesta divertida por parte de don Cayetano, el "erudito ausente", quien ante tal desafío solo es capaz de pedirle un encargo de un cuaderno (p. 206). Por cierto, el capítulo se cierra con el anuncio de que Caballuco quiere hablar con Pepe...
    Y es que el centauro encargado del correo y de otros asuntos en el pueblo quiere aclarar algunos asuntos con Pepe. En el capítulo XV ("Sigue creciendo hasta que se declara la guerra"), constatamos que ahora las cosas pueden terminar mal. Eso sí, si Pepe ha estado otras veces algo pusilánime o acomplejado ante la situación ahora, ya más decidido, no tiene miedo en decir las cosas (p. 209): "Sí, ya sé que es usted un animal", le espetará a Caballuco, ante el desconcierto de este. Sabemos también que Pepe ha tratado de enviar notas a Rosario a través de una criada. El contenido desesperado de la que le entrega a Pepe obra un cambio que sorprende a todos: nuestro ahora decidido protagonista se queda, para sorpresa de propios y extraños. La guerra va a comenzar (p. 210): "¡Ay! ¡Sangre, ruina y desolación!...Una gran batalla se preparaba". Próximamente haremos una crónica de este enfrentamiento.


¿Qué hará Perfecta ante el desafío de Pepe? Aquí está, tejiendo un plan

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