jueves, 5 de junio de 2014

Doña Perfecta (II)

Habíamos dejado al pobre Pepe en compañía del no muy recomendable penitenciario y de su tía, doña Perfecta. El capítulo VI -Donde se ve que puede surgir la desaveniencia cuando menos se espera- nos ofrece la presentación de un curioso personaje, don Cayetano Polentinos, el hermano político de la tía de Pepe, con algunas pequeñas pinceladas humorísticas en torno a su vida y su bibliomanía. Pero enseguida aparece la alargada sombra del canónigo, metiendo el dedo en el ojo, con su mal disimiluda ironía (p. 128-129: "Sin embargo, para hombres de tanto saber como usted, quizás no tenga ningún mérito, y cualquier mercado de hierro será más bello.") y, finalmente, con una diatriba contra la ciencia y el progreso. Pepe picará el anzuelo -ya dijimos que la prudencia no figura entre sus virtudes- y contestará, sin calibrar el alcance de su respuesta (p. 131-133): "En suma, señor canónigo del alma, se han corrido las órdenes para dejar cesantes a todos los absurdos, falsedades, ilusiones, ensueños, sensiblerías y preocupaciones que ofuscan el entendimiento del hombre. Celebremos el suceso". La "sonrisilla" en los labios de don Inocencia muestran su victoria: desenmascar a Pepe frente a su tía y el resto de comensales, que se han quedado atónitos, sin saber qué decir.

Vaya dupla: Jacintito y el señor Penitenciario
     El capítulo VII -La desavenencia crece- prosigue con la guerra dialéctica entre los dos personajes. Pepe comienza a ser consciente de que ha sido inoportuno en cuanto a las formas (no en el fondo), pero no ha sabido mantenerse callado. Su tía se une a la discusión, tratando de justificar los errores de su sobrino y alineándose del lado del penitenciario (p. 136): "Si ha aprendido en el error, ¿qué más puede desear sino que usted le ilustre y le saque del infierno de sus falsas doctrinas?". La discordia aumenta, sobre todo, cuando Pepe, de nuevo, vuelve a dirigir sus críticas hacia el gremio de la abogacía -en una nueva "trampa" de don Inocencio-, sin saber que el sobrino de este último, Jacintito, es un futuro hombre de leyes, con "criterio sano; lo que sabe lo sabe a machamartillo" (p. 138). La inquietud y zozobra de Pepe van en aumento. La irónica y paradójica manera de terminar el capítulo le permiten un alivio (p. 139): "Pepe Rey, aceptando con gozo aquellas fórmulas de concordia, vio, sin embargo, el cielo abierto cuando el sacerdote salió del comedor y de la casa".
   El capítulo VIII -A toda prisa- ofrece un interesante recorrido por el pueblo, una suerte de who is who de Orbajosa, con especial interés hacia las fuerzas vivas de tan augusta localidad, que se suelen reunir a jugar al tresillo en casa de doña Perfecta (p. 141): "[...] el juez de primera instancia, el promotor fiscal, el deán, el secretario del obispo, el alcalde, el recaudador de contribuciones, el sobrino de don Inocencio...". Si pasamos rápidamente por la conversación de tortolitos enamorados que son Pepe y Rosario ("eres un ángel y yo te quiero como un tonto", p. 145), podemos ver que la presentación de Jacintito nos ha deparado a una "buena pieza, un tarambana" (p. 147), a juicio de su tío, que así se lo presenta a Pepe en los jardines, mientras él y Rosario daban un paseo. Por cierto, que antes doña Perfecta se había sorprendido de que su sobrino prefiriera recorrer las huertas con su hija antes que hacerle arrumacos al lorito...
    Si antes habíamos visto una (casi) hagiografía de Pepe en los primeros capítulos, ahora, en el IX ("La desaveniencia sigue creciendo y amenaza convertirse en discordia"), podemos ver su contrario, con la descripción de ese niño repelente que es el sobrino de don Inocencio (p. 148-150). Aquí asistimos al episodio de "turista despistado" de Pepe en la catedral, con cierta candidez e inocencia por su parte, ante el enojo y la vergüenza de su tía, que no sabemos muy bien si estaba atenta a la misa o a los paseos de su sobrino por la iglesia (p. 155). Y, claro, tantos problemas y tantas quejas al final hacen que Pepe hable y diga lo que los demás quieren oír: "El empeño de ustedes de considerarme como el hombre más sabio de la tierra me mortifica bastante [...] Ténganme por tonto, que prefiero la fama de necio a poseer esa ciencia de Satanás que aquí me atribuyen" (p. 157). Su plática incluye críticas a la decadencia de las artes religiosas, las supersticiones, la pompa religiosa y el culto a las apariencias. Es decir, sale el Galdós de la novela de tesis. Lo que no ha medido es el alcance de su diatriba y las consecuencias que le va a traer (p. 161)...
     Por último, el capítulo X -La existencia de la discordia es evidente- comienza con la llegada de Jacintito, descrito en términos algo humorísticos: insecto, mosca, zángano...En fin, que si uno lee a Galdós verá que esto es habitual, un pequeño remanso tras la gravedad de lo acontecido en el capítulo anterior. Bien, pues ahora, tras ver que los asuntos de sus tierras no van a ir bien (p. 164), Pepe se dará cuenta también de que la relación con Rosario va a ser muy difícil: su tía doña Perfecta va a prohibirle estar con Pepe, bajo el pretexto de que se encuentra indispuesta en su cuarto...Y es que, a la vez que crece su antipatía hacia Jacintito y don Inocencio, aumenta también la distancia con su tía y, desgraciadamente, con Rosario...Esto no pinta bien.

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