Los chicos de 1º de bachillerato comenzaron hace unos días con la lectura de Doña Perfecta, tal y como anunciamos. Ahora están -es un decir, claro- entre el capítulo V y el X, por lo que ya pueden conocer un poco a los personajes, ver de qué pie cojea cada uno e incluso los más avispados aventurar en qué quedará todo. De la novela del Oeste prometida -Valor de ley, de Charles Portis- hablaremos el lunes, seguro.
Quizás convenga recordar algún aspecto del desarrollo de la obra, más allá de los señalados en los apuntes que les han sido facilitados. Las citas que pongamos procederán de la edición en Austral (2007) al cuidado de Germán Gullón. Así, el comienzo de la novela supone la presentación de un viajero -tema muy de la novelística del XIX y del propio Galdós; recordemos a Teodoro Golfín en Marianela- que llega en tren a Villahorrenda. Enseguida aparece destacado, pues es el único que va en primera, y sus formas y maneras llaman la atención entre alguno de los paisanos que allí se acercan, como su particular cicerone, el tío Licurgo, que toma el nombre de un legislador espartano que en castellano devino en "hombre inteligentes y astuto". Tanto Pepe Rey, que así se llama el personaje principal, como Licurgo, comienzan su viaje por la noche, como "señor y escudero", en medio de parajes que invitan poco a quedarse en ellos. El segundo capítulo -"Un viaje por el corazón de España"; atención siempre a los títulos en Galdós, que nunca da una puntada sin hilo...- permite conocer, aunque solo sea a través de las palabras de Licurgo, a dos nuevos personajes: Rosario, prometida de Pepe, y doña Perfecta, ese "ángel del señor" de acuerdo al guía de Pepe (p. 91), quien aprovecha cualquier momento para soltar sus refranes. Aquí observaremos uno de los rasgos señeros de Pepe, su inoportunismo y su incontinencia verbal, pues es incapaz de callarse ante algunos de los desatinos o situaciones que observa (p. 93), como muestra la toponimia del lugar, discordante entre significante y significado. Se produce el primer choque entre la realidad y la imaginación, que permite arrancar alguna reflexión de Pepe (p.94): "La gente de este país vive con la imaginación". También descubrimos los problemas de Pepe con sus tierras, cada vez menos productivas y menguantes en su extensión, lo que provocará algún jocoso comentario (p. 95): "Veo que aquí todo lo malo es mío". O los problemas con los ladrones que asaltan a los viajeros -impagable ese tal "Ahorca-Suegras"...-, que son solucionados de una manera muy particular (p. 98-99), en una muestra de cómo se las gastan por esos pagos. Finalmente, aparece ese centauro de las parameras que es el señor Caballuco, que sirve para introducir un remanso en la narración que explique, de manera general, en qué consistía eso del caciquismo (p. 100-101). Atención a este personaje, pues reaparecerá más adelante, y no olvidará este primer encuentro con Pepe, a quien de nuevo habría que decirle que se mordiera la lengua...La llega al "gran muladar" que es Orbajosa servirá para culminar este segundo capítulo, mientras Pepe otea en el horizonte a una joven que enseguida se ruboriza...
El tercer capítulo, de título homónimo al del protagonista, nos presenta casi una hagiografía de este, habida cuenta de que su trayectoria vital es la de un héroe hecho a sí mismo, a la vez que conocemos aspectos turbios del pasado de doña Perfecta (p. 107) y su marido Polentinos. De ahí sabemos la "deuda" de la madre con el padre de Pepe. Y de aquí vemos a un joven ingeniero que parte para Alemania (por favor, sin chistes en plan "Vente para Alemania, Pepe"), un "hombre de elevadas ideas y de inmenso amor a la ciencia" (p. 109). La rusticidad de Orbajosa será el nuevo tema de este capítulo; de este modo, la arcadia soñada de la infancia de Pepe deviene en pesadilla al llegar al pueblo. Por cierto, el final del capítulo (p. 112-113) es una muestra de lo que le espera a Pepe, con la gente mirando y cotilleando por las ventanas...Demasiado protagonismo lleva el joven.
Pero lo mejor está por llegar, pues vamos a conocer al señor Penitenciario, con cuya descripción, de manual, comienza el capítulo IV (p. 114) y a Rosario, la prometida de Pepe (p. 115); ahora vemos que ella es dada "a lo que los portugueses llamaban saudades" y que "habría pasado por hiperbólico el que la la llamara hermosa, dando a esta palabra su riguroso sentido". Aunque, desde luego, la que más llama la atención, por su contundencia verbal y su rápida respuesta es la ínclita doña Perfecta (p. 116): "Rosario, lleva a tu primo al cuarto que le hemos dispuesto. Despáchate pronto, sobrino. Voy a dar mis órdenes". No deja este capítulo de ofrecernos nuevas informaciones que tendrán su importancia más adelante, pues ¿cuál es el "asuntillo" con el que el tío Licurgo molesta a Pepe al final? ¿De dónde viene ese misterio por arreglar las cosas por "amigables componedores" (p. 118)?. Cuando Pepe afirma que la gente del pueblo es muy pleitista es que se avecina una tormenta...
Así llegamos al capítulo V -"¿Habrá desaveniencia?"-, que empieza a mostrar a las claras las distintas opciones ideológicas de los personajes. Desde el principio, Pepe es visto como un extraño, que será incapaz de adaptarse al lugar ("Las modas del pueblo no te gustarán", p. 120), pese a sus esfuerzos (p. 121). El que llega es don Inocencio, presentado (p. 121-122) de una manera antológica: "Esto decía, cuando los cristales de la puerta que comunicaba el comedor con la huerta se oscurecieron por la superposición de una larga opacidad negra". El enfrentamiento está servido y se prolongará de aquí al final de la novela.
Pero lo mejor está por llegar, pues vamos a conocer al señor Penitenciario, con cuya descripción, de manual, comienza el capítulo IV (p. 114) y a Rosario, la prometida de Pepe (p. 115); ahora vemos que ella es dada "a lo que los portugueses llamaban saudades" y que "habría pasado por hiperbólico el que la la llamara hermosa, dando a esta palabra su riguroso sentido". Aunque, desde luego, la que más llama la atención, por su contundencia verbal y su rápida respuesta es la ínclita doña Perfecta (p. 116): "Rosario, lleva a tu primo al cuarto que le hemos dispuesto. Despáchate pronto, sobrino. Voy a dar mis órdenes". No deja este capítulo de ofrecernos nuevas informaciones que tendrán su importancia más adelante, pues ¿cuál es el "asuntillo" con el que el tío Licurgo molesta a Pepe al final? ¿De dónde viene ese misterio por arreglar las cosas por "amigables componedores" (p. 118)?. Cuando Pepe afirma que la gente del pueblo es muy pleitista es que se avecina una tormenta...
Así llegamos al capítulo V -"¿Habrá desaveniencia?"-, que empieza a mostrar a las claras las distintas opciones ideológicas de los personajes. Desde el principio, Pepe es visto como un extraño, que será incapaz de adaptarse al lugar ("Las modas del pueblo no te gustarán", p. 120), pese a sus esfuerzos (p. 121). El que llega es don Inocencio, presentado (p. 121-122) de una manera antológica: "Esto decía, cuando los cristales de la puerta que comunicaba el comedor con la huerta se oscurecieron por la superposición de una larga opacidad negra". El enfrentamiento está servido y se prolongará de aquí al final de la novela.
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