Alguna vez, muy de vez en cuando, algún alumno pregunta que qué puede leer, que qué leíamos sus profesores cuando teníamos su edad o qué le recomendamos. La respuesta puede ser muy variada, en función de la edad del docente, su formación, contexto e intereses. Eso sí, me temo que pocos diríamos que leíamos el guasap, feisbuc, instagram, twitter o similares, más que nada porque entonces, ay, no existían (y éramos más felices, creo), y la lectura era una alternativa real, posible y, desde luego, valorada. Bien, tal vez no sea el mejor plan ponerse a leer El Quijote con quince años (eso decía Martín de Riquer, que sabía un poco de esto), pero sí que hay escritores que no son estrictamente de novela juvenil con los que uno puede iniciarse en la literatura "de mayores".
De entre las lecturas uno recuerda con mayor agrado están las novelas y relatos de John Steinbeck, un escritor norteamericano del siglo XX, que llegó a obtener el Premio Nobel de Literatura y que vio como buena parte de su obra fue adaptada al cine, a la vez que gozó de una merecida fama y reconocimiento, aunque ahora quizás haya quedado algo relegado u olvidado. De entre todas sus obras, es posible que nos quedáramos con De hombres y ratones, La perla, Las uvas de la ira (y su versión homónima en cine a cargo de John Ford, claro), Al este del Edén o esa joya de la literatura de viajes que es Viajes con Charley. Pero también les recomendaríamos una novela de juventud que publicó en español no hace mucho la editorial Ediciones del Viento (en 2012), titulada Las praderas del cielo (The Pastures of Heaven, 1932). Se trata de una novela corta ambientada en la zona de Salinas (California), un lugar en el que suele ambientar sus novelas y en el que comienza a desarrollar algunos de los temas que luego serán frecuentes en su novelística: el amor y la unión a la tierra, la dignidad, la vida de las pequeñas comunidades rurales o de la vida misma, con sus conflictos cotidianos. Pero es que Steinbeck es muy bueno, porque lo que figura más arriba lo puede hacer casi cualquiera -bueno, alguno de estos de la autoayuda e sus imitadores tal vez no-, pero él sabía hacerlo de una manera diferente, sencilla, casi imperceptible en su estilo llano. De aquí se puede saltar a otras novelas mayores, a las películas basadas en sus novelas, a otros contemporáneos y compatriotas como Faulkner, Dos Passos, Hemingway, McCullers o Erskine Caldwell, por citar solo a unos pocos.
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