Nos saltamos nuestra habitual puntualidad en esto de las entradas del blog para hacer una excepción con Galdós y su Marianela (autor que puede entrar y salir de este blog cuando le dé la real gana, que para eso es quien es y ante quien nos ponemos de hinojos siempre que se le nombra), que serán objeto de examen la próxima semana para nuestros queridos alumnos de 4º de ESO. Sabemos que estarán ahora pulsando la tecla f5 constantemente, para ver si nos hemos decidido a subir los resúmenes con pistas que prometimos, así que no vamos a fallar (esta vez). Se trata de resúmenes comentados, medianamente apañados, no de un estudio sistemático, riguroso y filológico, que hemos dividido en dos días o jornadas de lectura. Mucho nos tememos que hay que leérselos enteros para sacar alguna pista o posible pregunta para el examen...
No os olvidéis que los temas de la novela, de acuerdo a Joaquín Casalduero, son la ceguera de Pablo y su cura; la relación sentimental entre este y Nela; la sátira de la filantropía (a través del personaje de Sofía); el acercamiento al pueblo y una visión de la cruel injusticia social. Hay otros aspectos relativos a la Historia, a Comte y otros señores que no vamos a analizar, que si nos tomarán por desaprensivos. Aquí os dejamos con el primero de los resúmenes:
Día I:
Comienza la novela con el errante caminar de un personaje clave en la novela: Teodoro Golfín, del que se nos ofrece una atinada descripción en las primeras páginas y se le muestra cercano a un “sabio despistado”. Sus dudas y vacilaciones ante el paisaje frente al que se encuentra ocupan las primeras páginas. Es un hombre de ciencia, que habla solo en largos parlamentos y que trata de buscar una respuesta ante el mundo. En el primer capítulo también asistimos a la descripción de algunos de los lugares de la novela y al encuentro entre Golfín y un joven ciego que, paradojas de la vida, logra que el hombre de ciencias no se pierda entre la negrura del lugar. Este joven es Pablo. Se hace alusión también a Nela –su lazarillo-, que es quien da título a la novela.
Comienza la novela con el errante caminar de un personaje clave en la novela: Teodoro Golfín, del que se nos ofrece una atinada descripción en las primeras páginas y se le muestra cercano a un “sabio despistado”. Sus dudas y vacilaciones ante el paisaje frente al que se encuentra ocupan las primeras páginas. Es un hombre de ciencia, que habla solo en largos parlamentos y que trata de buscar una respuesta ante el mundo. En el primer capítulo también asistimos a la descripción de algunos de los lugares de la novela y al encuentro entre Golfín y un joven ciego que, paradojas de la vida, logra que el hombre de ciencias no se pierda entre la negrura del lugar. Este joven es Pablo. Se hace alusión también a Nela –su lazarillo-, que es quien da título a la novela.
Continúa en el segundo capítulo con la descripción de las minas, un lugar inhóspito, feo y teñido por el color negro, con un nombre poco halagüeño: la Terrible. Galdós suele emplear nombres con una alta carga simbólica en sus novelas como, por ejemplo, Villahorrenda (u Orbajosa) en Doña Perfecta. Sorprende el conocimiento del terreno que muestra Pablo en su periplo por las minas, sobre todo si tenemos en cuenta las tinieblas en las que vive por su ceguera. Interesa prestar atención a una de las últimas páginas de este segundo capítulo, en la que se alude a la explotación de la tierra –la mina- y conocemos, por fin, a Marianela, cuya voz y canto sorprenden gratamente a Teodoro. Será ella la que guíe al doctor a las oficinas de la compañía, donde alguien le espera.
Hay que fijarse también en la descripción de Marianela (o Nela) en el diálogo con el que principia el tercer capítulo: no muy agraciada, con un halo de tristeza y acogida en casa de la familia del señor Centeno, el capataz de ganado de las minas. De esta peculiar familia nos encargaremos dentro de poco, pues no tienen desperdicio y en las descripciones de los distintos miembros que la componen expone Galdós su maestría en la descripción, amén de una fina veta humorística (algo cruel, todo hay que decirlo). Por otro lado, la pobre Nela vive algo engañada con respecto a sus orígenes: ni su madre se fue a criar a Madrid ni su padre trajo la luz a Villamojada. Será Nela la que mencione al padre de Pablo, don Francisco Penáguilas, “un caballero muy bueno y muy rico que vive en las casas de Aldeacorba”, según afirma la joven. Además, Nela dirá una de esas frases que enternecen al lector: “No, señor. Si yo no sirvo para nada” y que casi es una declaración de principios. Al final del capítulo se produce el encuentro entre Teodoro –la Ciencia- y su hermano Carlos –la Industria-, tras haber acompañado Nela al primero hasta la casa del segundo.
La familia Centeno es el asunto central del cuarto capítulo y en este se confirma lo que ya intuíamos: “que ella, Marianela, no servía más que de estorbo”. Conviene prestar atención, de nuevo, a la descripción de la familia, pues casi ninguno sale airoso de la afilada y aguda visión de Galdós. Así, las dos hijas, Mariuca y Pepina (“Las dos hembras […] no carecían de encantos, siendo los principales su juventud y robustez”…y además roncan), y el hijo mayor, Tanasio (“tan imposibilitado de piernas como de ingenio”), son personajes descritos de manera sarcástica y burlesca. De entre los hijos, solo se salvará el joven Celipín, pero de él hablaremos luego. Antes hay que ocuparse de Nela: durante sus años en la casa ha vivido en diversos rincones de la casa, hasta asentarse definitivamente en una cesta. Come en una escudilla y solo cuando se acuerdan de ella. Será Celipín, como decíamos más arriba, el único miembro de la familia Centeno con el que Nela tendrá alguna amistad, pues ni la madre –Señana- ni el padre –Sinforoso- le prestan atención. Celipín destaca por su deseo de aprender, ir a la escuela y estudiar (¡pobrecico!). Entre ambos se establece amistad y comprensión, pues los dos son marginados en la casa (Celipín duerme en la cocina, junto a los fogones): “No somos gente, sino animales”, dirá él. También hay espacio para las digresiones y opiniones del autor sobre el carácter y la situación social de las gentes de las aldeas (página 82, en la edición de Cátedra, que es la que tenemos delante). Sobre los padres –Señana y Sinforoso- Galdós despliega su ironía y mordacidad: poco aficionados a las tareas intelectuales, excesivo apego al dinero y al trabajo y dominio y gobierno de la madre sobre los demás miembros de la familia. Además, esta última practica una hipocresía que veremos en otros personajes de la novela más adelante: “Señana se lo daba, creyendo firmemente que su generosidad rayaba en heroísmo […] ¡Qué bien me gano mi puestecico en el Cielo!”
La familia Centeno es el asunto central del cuarto capítulo y en este se confirma lo que ya intuíamos: “que ella, Marianela, no servía más que de estorbo”. Conviene prestar atención, de nuevo, a la descripción de la familia, pues casi ninguno sale airoso de la afilada y aguda visión de Galdós. Así, las dos hijas, Mariuca y Pepina (“Las dos hembras […] no carecían de encantos, siendo los principales su juventud y robustez”…y además roncan), y el hijo mayor, Tanasio (“tan imposibilitado de piernas como de ingenio”), son personajes descritos de manera sarcástica y burlesca. De entre los hijos, solo se salvará el joven Celipín, pero de él hablaremos luego. Antes hay que ocuparse de Nela: durante sus años en la casa ha vivido en diversos rincones de la casa, hasta asentarse definitivamente en una cesta. Come en una escudilla y solo cuando se acuerdan de ella. Será Celipín, como decíamos más arriba, el único miembro de la familia Centeno con el que Nela tendrá alguna amistad, pues ni la madre –Señana- ni el padre –Sinforoso- le prestan atención. Celipín destaca por su deseo de aprender, ir a la escuela y estudiar (¡pobrecico!). Entre ambos se establece amistad y comprensión, pues los dos son marginados en la casa (Celipín duerme en la cocina, junto a los fogones): “No somos gente, sino animales”, dirá él. También hay espacio para las digresiones y opiniones del autor sobre el carácter y la situación social de las gentes de las aldeas (página 82, en la edición de Cátedra, que es la que tenemos delante). Sobre los padres –Señana y Sinforoso- Galdós despliega su ironía y mordacidad: poco aficionados a las tareas intelectuales, excesivo apego al dinero y al trabajo y dominio y gobierno de la madre sobre los demás miembros de la familia. Además, esta última practica una hipocresía que veremos en otros personajes de la novela más adelante: “Señana se lo daba, creyendo firmemente que su generosidad rayaba en heroísmo […] ¡Qué bien me gano mi puestecico en el Cielo!”
El capítulo 5 comienza con pinceladas de narrativa centrada en la industria y las máquinas, algo farragosas y que sirven para elogiar y mostrar la importancia de la Industria como motor y fuerza de la sociedad. Así, destacará la descripción sobre las casas de la barriada de Aldeacorba, mediante personificaciones (páginas 90-91, en la edición de Cátedra) y que son la antesala a una descripción elogiosa de Pablo: “Su edad no pasaba de los veinte años; su cuerpo, sólido y airoso, con admirables proporciones construido, era digno en todo de la sin igual cabeza que sustentaba”. También conocemos la historia de su padre, don Francisco Penáguilas, así como el origen de su fortuna y la pérdida de su esposa. Hay que fijarse en la devoción y esmero con que el padre se encarga de la educación de su hijo: “No quiero que mi hijo sea ciego dos veces.”
Los capítulos 6, 7 y 8, titulados significativamente “Tonterías”, “Más tonterías” y “Prosiguen las tonterías”, nos ofrecen momentos de la relación entre Pablo y Nela, en la que esta última se muestra como enamorada y admiradora rendida de su querido Pablo. Ella es inocente, tierna, juguetona y se deja llevar por su imaginación. Y Pablo se compadece de ella, le ofrece su ayuda –y la de su padre-, porque quiere que aprenda a leer. Sabe que es esa la manera de canalizar las bondades del alma de Nela: “¡Qué lástima tan grande que vivas así! Tu alma está llena de preciosos tesoros. Tienes bondad sin igual y fantasía seductora. De todo lo que Dios tiene en su esencia absoluta, te dio a ti parte muy grande.” Concluye el capítulo 6 con una frase de esas que se puede pedir que se expliquen en el examen (ya lo hicimos en clase): “-Dime, Nela, ¿y cómo eres tú? La Nela no dijo nada. Había recibido una puñalada”.
El capítulo 7 contiene una conversación entre Pablo y Nela, en la que se destaca la formación intelectual del primero: su concepción del mundo es opuesta a la de Nela, pues a la imaginación de ella se enfrenta el estudio y la racionalidad de él. Será el momento en el que al final del capítulo asistiremos al ansiado encuentro entre Teodoro y Pablo, pero eso ya es harina de otro costal. Hay algún detalle sobre la marginalidad de Nela, sobre su condición de paria en el mundo de las minas, como vemos cuando llega a casa del señor ingeniero y de su hermano (últimas líneas del capítulo).
El capítulo 8 es el del conflicto entre realidad e imaginación, entre lo que es Nela y lo que quiere y desea. Ella sabe que si se cumple esa remota posibilidad de recuperar la vista que le han concedido a Pablo muy posiblemente ya no la querrá. La candidez e inocencia con que es tratado el sentimiento amoroso chocará con la realidad de capítulos posteriores.
Hasta ahora hemos visto la presentación de los principales personajes, aunque aún nos falta saber la historia de los dos hermanos Golfín (o "Gold" "Find", que es como uno de ellos piensa que suena su apellido). A ellos y a la historia de Nela nos dedicaremos en breve.
Podrías ser mas breve en los 14 capítulos que faltan.
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