Seguimos con la lectura de Marianela y con los resúmenes de la obra con pistas que, a juicio de algún anónimo colaborador del blog son largos...Si supieran lo que les espera para hoy...Bueno, que ahí van, para vuestro solaz y nuestro descanso y también para evitar que sigáis aporreando f5:
Día II:
Comienza este segundo día de lectura con el capítulo 9, dedicado a los Golfines, que, como ya sabes a estas alturas, son los dos hermanos que partieron desde la humildad y el esfuerzo hasta llegar a adquirir un buen trabajo y una posición social. Uno de ellos, además, está casado con la promesa del canto Sofía, que ameniza las veladas de las gentes de Socartes con su voz prodigiosa. De Teodoro, el mayor, se nos dice que fue médico antes que Carlos ingeniero. Se destacan sus cualidades positivas (“es un león negro”) y se hace un canto al trabajo y el esfuerzo. Está soltero y su visión sobre el matrimonio es sumamente interesante, sobre todo si la comparamos con la de Galdós. Pero quien se “come” el capítulo es Sofía, la mujer de Carlos, dedicada a obras benéficas llamativas y públicas mas incapaz de ver y ayudar a alguien que realmente lo necesita, como Nela. Siempre preocupada por su perro Lili, al que colma de caprichos y cariños, su filantropía es atacada por Teodoro –en una diatriba que se parece a las de Pepe Rey, protagonista de Doña Perfecta, esa masterpiece que seguramente leeremos al año que viene (o tal vez será Miau...): “Todo eso solo me prueba las singulares costumbres de una sociedad que no sabe ser caritativa, sino bailando, toreando y jugando a la lotería […] Pero tú y tus amigas rara vez os acercáis a un pobre para saber de su misma boca la causa de su miseria, ni para observar qué clase de miseria le aqueja, pues hay algunas que no se alivian con la fácil limosna del ochavo…, ni tampoco con el mendrugo de pan…”. Como veis, Teodoro no tiene pelos en la lengua, ni con su cuñada. Además, Sofía pronunciará una de esas frases que podrían preguntarse en el examen y que, de haber justicia, haría que aquella –Sofía- fuese al paredón, en una muestra de inconsciencia y simpleza: “Y yo me pregunto: ¿para qué permite Dios que tales criaturas vivan?...Y me pregunto también: ¿qué es lo que se puede hacer por ella? Nada….”. Por otro lado, también se realiza un estudio sobre Nela como si fuera parte de una época anterior, mezcla de “candor y salvaje rusticidad”. Quizás convenga revisar este capítulo por la visión que se expone de la beneficencia y la filantropía, sobre todo para cotejar dos visiones antagónicas sobre este asunto como son la de Sofía y la de Teodoro. Por cierto, fíjate en el gesto de sacar la espina del pie de Nela en las dos últimas páginas, y que es altamente significativo: Teodoro ayuda, no muestra compasión o se apena. Sofía queda a los pies de los caballos como personaje: preocupada por Lili e ignorante de Nela.
Comienza este segundo día de lectura con el capítulo 9, dedicado a los Golfines, que, como ya sabes a estas alturas, son los dos hermanos que partieron desde la humildad y el esfuerzo hasta llegar a adquirir un buen trabajo y una posición social. Uno de ellos, además, está casado con la promesa del canto Sofía, que ameniza las veladas de las gentes de Socartes con su voz prodigiosa. De Teodoro, el mayor, se nos dice que fue médico antes que Carlos ingeniero. Se destacan sus cualidades positivas (“es un león negro”) y se hace un canto al trabajo y el esfuerzo. Está soltero y su visión sobre el matrimonio es sumamente interesante, sobre todo si la comparamos con la de Galdós. Pero quien se “come” el capítulo es Sofía, la mujer de Carlos, dedicada a obras benéficas llamativas y públicas mas incapaz de ver y ayudar a alguien que realmente lo necesita, como Nela. Siempre preocupada por su perro Lili, al que colma de caprichos y cariños, su filantropía es atacada por Teodoro –en una diatriba que se parece a las de Pepe Rey, protagonista de Doña Perfecta, esa masterpiece que seguramente leeremos al año que viene (o tal vez será Miau...): “Todo eso solo me prueba las singulares costumbres de una sociedad que no sabe ser caritativa, sino bailando, toreando y jugando a la lotería […] Pero tú y tus amigas rara vez os acercáis a un pobre para saber de su misma boca la causa de su miseria, ni para observar qué clase de miseria le aqueja, pues hay algunas que no se alivian con la fácil limosna del ochavo…, ni tampoco con el mendrugo de pan…”. Como veis, Teodoro no tiene pelos en la lengua, ni con su cuñada. Además, Sofía pronunciará una de esas frases que podrían preguntarse en el examen y que, de haber justicia, haría que aquella –Sofía- fuese al paredón, en una muestra de inconsciencia y simpleza: “Y yo me pregunto: ¿para qué permite Dios que tales criaturas vivan?...Y me pregunto también: ¿qué es lo que se puede hacer por ella? Nada….”. Por otro lado, también se realiza un estudio sobre Nela como si fuera parte de una época anterior, mezcla de “candor y salvaje rusticidad”. Quizás convenga revisar este capítulo por la visión que se expone de la beneficencia y la filantropía, sobre todo para cotejar dos visiones antagónicas sobre este asunto como son la de Sofía y la de Teodoro. Por cierto, fíjate en el gesto de sacar la espina del pie de Nela en las dos últimas páginas, y que es altamente significativo: Teodoro ayuda, no muestra compasión o se apena. Sofía queda a los pies de los caballos como personaje: preocupada por Lili e ignorante de Nela.
Cartel de una de las adaptaciones |
El capítulo 10 sirve para explicar los orígenes de los dos hermanos que antes mencionábamos. Aunque suene la narración que Teodoro hace algo hagiográfica y excesiva, resulta conmovedor ver cómo a través del esfuerzo, el trabajo y el ahorro ha llegado hasta su actual posición social. Se trata de un self-made man, o sea, un hombre hecho a sí mismo, desde abajo y en quien un tal Celipín verá un espejo y modelo, aunque quiera llegar por algún atajo y luego los resultados no sean los esperados, como veremos en El doctor Centeno y Tormento, novelas en las que también aparece. Hay alguna alusión que a los lectores de Galdós les suena, como ese "coronel retirado, que me enseñó matemáticas elementales", aunque no nos vamos a poner estupendos que a estas alturas más de uno estará preguntándose dónde demonios están las pistas. Bien, pues algo sobre la trayectoria vital de Teodoro podría ser preguntado en el examen.
Con el capítulo 11 nos encontramos con más detalles de la vida de Socartes. Esta vez le toca al "patriarca de Aldeacorba", don Francisco de Penáguilas, papá de Pablo y hombre acaudalado y respetado. Asistimos a la conversación entre este y Teodoro a cuenta de la posible operación que devolvería la vista a su hijo, quien además es bien ponderado por su padre ante el médico: "Sus cavilaciones no acaban nunca. Yo me asombro de oírle y del meollo y agudeza de sus discursos. Creo que su sabiduría está llena de mil errores por la falta de método y por el desconocimiento del mundo", aunque sostenga afirmaciones como que la Nela es bonita y su padre lo reconvenga enseguida, delante de ella si es preciso. Pero no es un mal hombre: quiere la felicidad de su hijo y asegurarse la descendencia, traspasar su fortuna (y la que acaba de heredar) y poder así morir en paz. En fin, que cual Pleberio muestra una preocupación monetaria, pero con más amor y caridad. Prestad atención a cómo explica Teodoro la operación, porque no tiene desperdicio.
En el capítulo 12, titulado significativamente "El doctor Celipín", se centra en el pequeño de la familia Centeno. Vemos cómo este idealiza a Teodoro -que es, no lo olvidemos, un modelo de conducta y un ejemplo de lo que se debería ser-, aunque Celipín quiera llegar hasta donde se encuentra Teodoro (buena posición social, consideración, trabajo, conocimiento y respeto) mediante algún camino más corto. De hecho, en la conversación con Nela prima la imagen y la petulancia sobre el conocimiento y la ciencia adquiridas: (página 147 de la edición de Cátedra). Claro que, ante esto, la cándida y frágil Nela no puede sino decir lo que acostumbra, aunque Celipín le ofrezca irse con él a Madrid: "¡Qué bobo eres! Yo no sirvo para nada. Si fuera contigo sería un estorbo para ti". El último párrafo con el que concluye el capítulo extrae los sueños del inocente Celipín, sus ansias de triunfo, sus "delirios de grandeza"...
Seamos un poco más escuetos con el capítulo 13, que nos empiezan a pitar los oídos. Nela es una joven para quien la persona de Dios representa el respeto y la de la Virgen María el cariño, la bondad. En su particular refugio entre dos cestas habla con la Virgen (luego un tal Luisito hará lo mismo en Miau, pero esa es otra historia...) y así nos enteramos de su desesperado amor hacia Pablo, que sabe que terminará en cuanto él vea. Comprendemos con los pensamientos de Nela lo que sucederá en los últimos capítulos y esto puede ser otra posible pregunta para el examen: ¿Qué imagen tiene Nela de sí misma y cómo lo sabe el lector? También se podría poner un fragmento y localizarlo...En fin, algo se nos ocurrirá.
La "aparición" de la Virgen María en el capítulo 14 supone un mazazo para Nela, y no porque esto sea de verdad, sino que más bien es en sentido metafórico (es Florentina, la prima de Pablo y "rival" de Nela). Antes de que esto suceda, habrá tiempo para que Señana le dedique algún piropo ("Ven a lavarte esa cara de perro") y que la contemplación de Florentina deje a la pobre Nela anonadada y confusa, aunque hay algo humano en ella, pues coge moras de zarza. Total, que luego, unos años después, un tal Juanito Santacruz estará igual de estupefacto y sorprendido ante una bella joven que come un huevo crudo, aunque esa es otra historia y nos estamos yendo por las ramas. Peor parado en su descripción sale el padre de Florentina, don Manuel, un ricachón petulante y engolado con ínfulas de nuevo rico. Su hija, en cambio, es más cercana y quiere ayudar a Nela, aunque a su padre no le haga mucha gracia.
Don Benito, quién sabe si con Choto |
El capítulo 15 nos muestra a Florentina como una persona algo cándida, mas bondadosa y próxima a los necesitados: "Soy partidaria de que haya reparto y de que los ricos den a los pobres todo lo que tengan de sobra". Quiere ayudar a Nela, adoptarla, aunque detrás también esté el derecho de Nela a elegir sobre su destino (parece que eso no importa). Sin embargo, lo que de verdad nos conmueve es la afirmación de Pablo en la que sugiere que su prima "debe ser algo bonita", y es que, ante eso, Nela romperá a llorar desconsoladamente. Además, se entera -ya lo sabía- que seguramente habrá boda con ella si él logra recobrar la vista. Ay, pobre Nela...
Con el breve capítulo 16, la Ciencia, a través de Teodoro Golfín, obrará el milagro, pues se dan esperanzas de curación. Más allá de esto, hay que fijarse en la reacción de la familia Centeno ante el anuncio de que la Nela se irá a vivir con Florentina: "Absorta se quedó al oír estas palabras la señora de Centeno, así como la Mariuca y la Pepina, y no se les ocurrió sino que a la miserable huérfana abandonada le había salido algún padre rey o príncipe, como se cuenta en los romances". Sería interesante ver cuál es la opinión de Florentina sobre los pobres -su promesa de recoger a uno si su Pablo recobra la vista-, porque plantea el dilema de la filantropía y la caridad. Creemos que Florentina es buena y pura, pero hay algún aspecto en este capítulo que merecería más análisis. Termina el capítulo con la noticia de que Pablo ha sido operado y por fin ve, así como una interesante analogía entre Dios y Teodoro, el hacedor del milagro, otro punto que se puede añadir en el retrato del médico.
"Fugitiva y meditabunda", título del capítulo 17, ofrece un contraste entre la felicidad por la noticia de la curación de Pablo, con un banquete para los que trabajaban en la mina, y la soledad y desesperación de Nela, que sabe que con esta sanación su amado ya no tendrá ojos para ella (es un chiste fácil, pero es así). Lo que interesa es la firme decisión de ella de largarse de allí, seguramente en compañía del resuelto Celipín, amén del consabido lema que la acompaña: "Huiré con Celipín, o me iré con mi madre. Ahora yo no sirvo para nada". Es interesante comparar la ilusión e inconsciencia de Celipín con la desesperación y abandono de Nela. A ello hay que añadirle el encuentro con Florentina, que ya anticipa lo que va a suceder y que es más o menos claro: parece que Nela se deja morir. Si es enfermedad -se habla de una meningitis fulminante después- o si es que ella se abandona y muere es algo de lo que hablaremos más adelante. También sería interesante que os fijarais en la metáfora de las mariposas del final del capítulo -frágiles y de vida efímera-, aunque lo dejamos de momento.
La huida de Nela ocupa el capítulo 18, que se produce junto al intrépido y varonil Celipín, el "futuro Hipócrates". Pero este viaje no dura nada: ella no quiere irse y ha tomado una decisión. Celipín seguirá su camino ("la sociedad había ganado un hombre") y ella desaparece entre las sombras de la noche. Del suicidio la salvarán Golfín y Choto, el perro, pues ella se dirigía hacia la negra boca de la Trascava. A estas alturas de la novela ya está todo vendido, pero hay que dejarlo bien preparado: sabemos que Nela va a morir -ya lo ha intentado- y que Florentina y Pablo terminarán juntos, así que pasemos a los últimos capítulos.
El capítulo 19 ofrece el encomiable esfuerzo de Teodoro por reconducir la vida de Nela y dotarla de sentido, a través de la educación y su guía. Por cierto, Teodoro tampoco es indiferente a las virtudes de Mariuca y Pepina, como vemos en su diálogo con Nela. Todo explota cuando ella reconoce que, en efecto, se alegra por Pablo, pero que tras el éxito de la operación, ella no sirve para nada: "¿Para qué sirvo yo? ¿Para qué nací?...¡Dios se equivocó! Hízome una cara fea, un cuerpecillo chico y un corazón muy grande. ¿De qué me sirve este corazón grandísimo? De tormento, nada más". Teodoro insistirá en reconducir ese amor a través de la instrucción y la educación, pues sabe que de Nela, de su imaginación y candidez, puede hacerse una persona buena, útil para la sociedad que antes la ha despreciado. Total, que el diálogo entre ambos podría ser una pregunta de examen también -si habéis llegado hasta aquí- y habría que fijarse, de nuevo, en la metáfora de la mariposa.
Mina asturiana |
Vamos terminando. El capítulo 20 contiene un detalle altamente significativo: tras la operación Florentina es la primera a la que Pablo ve, antes de Nela. Descubre la realidad y sigue preguntando por su lazarillo (Nela), quien no aparece y de la que no se sabe nada. El capítulo 21 nos vuelve a ofrecer alguna pincelada de don Manuel, el padre de Florentina, como un hombre demasiado preocupado por la imagen social y porque su hija no cosiera (lo consideraba un desdoro), que para eso estaban las modistas. Es el nuevo rico que olvida demasiado pronto lo más elemental: la humildad. Hay que fijarse también en lo que opina él sobre Nela y los pobres: le interesa más hacer una solemnidad, una fiesta, para recaudar dinero, que ayudarla. Ante este impresentable tendremos a Teodoro, con una de esas frases que se pueden pedir comentar: "(Nela) Es un ejemplo del estado a que vienen los seres moralmente organizados para el bien, para el saber, para la virtud, y que por su abandono y apartamiento no pueden desarrollar las fuerzas de su alma. Viven ciegos de espíritu, como Pablo Penáguilas ha vivido ciego del cuerpo teniendo vista". Ante la tesitura de quedarse con Florentina y Pabl o bien irse con Teodoro y comenzar una nueva vida, Nela decidirá a este último como mentor. El momento en el que por fin conozca a Nela es muy emotivo. Enseguida Nela irá perdiendo la vida, que se le escapará por su pequeña boca. Sus ojos mirarán lejos, su respiración será más débil y la muerte le llegará. Teodoro certificará con emoción su desaparición: "...es la realidad pura, la desaparición súbita de un mundo de ilusiones".
Concluye la novela con el breve capítulo 22, una especie de epílogo en el que se muestra el irónico destino de Nela, a la que en vida se negó todo y que recibió unos funerales con pompa y boato. Triste final para quien amó con locura a Pablo. De lo de la lápida y los viajeros extranjeros lo dejamos para otra vez, aunque es clara la alusión, además de lo que dice Joaquín Casalduero en las notas, a esos viajeros extranjeros como Richard Ford o Washington Irving que estuvieron por estas tierras...En fin, que lo siguiente será el libro que se promete a Celipín.
Vale.
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