Están nuestros alumnos de 4º en capilla, estudiando y repasando para el examen de literatura que comprende, entre otros asuntos, el Romanticismo y el Realismo y Naturalismo. A ello le añadimos la lectura de la novela La enfermedad sospechosa de Antonio Castellote, además de una variada selección de textos del siglo XIX (alguna leyenda de Bécquer, algún artículo de Larra...). Vamos, completito. Y sabemos que algunos de ellos estarán esperando al último minuto -así, como Sergio Ramos- para ver si desde el departamento les subimos algún resumen o comentario sobre la novela antedicha, por si pueden espigar alguna pista, algún detalle que les ayude en el examen. Y a ello que nos ponemos.
Para empezar, la novela tiene un protagonista que va adquiriendo importancia conforme avanza la trama, que es una amenaza constante y no es deseado, aunque inevitable: el cólera, morbo asiático o enfermedad sospechosa. Conviene tenerlo en cuenta, porque a lo largo de los capítulos diferentes personajes van copando el primer plano narrativo, pero el cólera o morbo asiático está siempre presente, escondido y amenazante. Además de eso, por supuesto, está la historia de Ramón Vargas, el maestro, que merece bastantes más líneas de las que aquí le podamos dedicar. Enseña Darwin en la escuela, se preocupa por la salud y la educación de sus vecinos y paisanos y, además, es un entusiasta colaborador del botánico Loscos (el del Herbario Nacional que comentamos en clase). Tiene mente de botánico y científico y eso lo vemos, por ejemplo, cuando analiza a la señorita Amparín en sus comportamientos, pues es capaz de pensar y clasificar el color de su vestido del baile de Cuasimodo. Su mirada es la de un hombre de ciencia, donde su condición intelectual prima sobre la humana y él se da cuenta y lo arrastra durante toda la novela.
Para empezar, la novela tiene un protagonista que va adquiriendo importancia conforme avanza la trama, que es una amenaza constante y no es deseado, aunque inevitable: el cólera, morbo asiático o enfermedad sospechosa. Conviene tenerlo en cuenta, porque a lo largo de los capítulos diferentes personajes van copando el primer plano narrativo, pero el cólera o morbo asiático está siempre presente, escondido y amenazante. Además de eso, por supuesto, está la historia de Ramón Vargas, el maestro, que merece bastantes más líneas de las que aquí le podamos dedicar. Enseña Darwin en la escuela, se preocupa por la salud y la educación de sus vecinos y paisanos y, además, es un entusiasta colaborador del botánico Loscos (el del Herbario Nacional que comentamos en clase). Tiene mente de botánico y científico y eso lo vemos, por ejemplo, cuando analiza a la señorita Amparín en sus comportamientos, pues es capaz de pensar y clasificar el color de su vestido del baile de Cuasimodo. Su mirada es la de un hombre de ciencia, donde su condición intelectual prima sobre la humana y él se da cuenta y lo arrastra durante toda la novela.
Otro personaje importante es el doctor Aurelio Benito, que es también director del periódico El Ferro-carril, perteneciente a un grupo de regeneracionistas. No olvidemos que el ferrocarril se convierte en el símbolo del atraso y de la
marginación de una provincia cuya capital es una de las pocas que no
está comunicada con la capital de la nación, y en su consecución y en
sus trazados se depositan desmesuradas expectativas, como sostiene el historiador Carlos Forcadell. Está casado con doña Emerenciana y tiene dos hijos: Julio y Amparín. Del primero de ellos pronto sabemos que no quiere seguir los pasos de su padre y que sus intereses están en la caza y la tierra y es consciente de su buena posición social. Amparín es un personaje que ve el mundo a través de la
literatura y que lee a Zola (autor fundacional del naturalismo), disfruta con el teatro y se muestra independiente.
No hemos de olvidar a la familia del suicida, compuesta por el interfecto (el tío Visen, que es como era conocido Vicente Barrachina) su mujer y su hija Encarnita. Por cierto, la escena del comienzo de la novela, en la que se describe el rescate de su cadáver es una escena narrada con una marcada estética naturalista: el doctor Benito atiende a un hombre con la espalda llena de magulladuras y rasguños, mientras se describe con detalle el cuerpo del herido. La descripción de la casa del suicida y de las tareas para sobrevivir de la viuda y la hija es otro ejemplo claro de narrativa naturalista, por cuanto el relato se detiene con delectación en describir aspectos desagradables del lugar y también guarda relación con las teorías del determinismo biológico. La que nos interesa es Encarnita, de la que Ramón descubrirá que está embarazada (ya veremos de quién). Ah, y algo de un papelito relativo a unas acciones, claro.
En el capítulo “El lazareto de la Jaquesa” conoceremos a un personaje singular de la literatura turolense de finales del XIX y comienzos de XX, Manuel Polo y Peyrolón, quien se encuentra retenido en el lazareto cercano a Teruel. Se trata de un escritor que no gozará en esta novela de muchos parabienes y resultará antagónico de Ramón, casi un fantoche, carlistón de pura cepa y que tiene un encontronazo con Ramón.
De la trama del teatro -hay que recordar a la señorita Lis, la actriz principal, el señor Martínez, Huertas- debemos recordar algo de una linterna mágica, del diputado Rodríguez del Rey y de ciertos tejemanejes de Julio.
Finalmente, las hermanas Catalán de Ocón también son importantes, como Pepe Larrubia (el abogado) y el final, del que aquí no hablaremos, hay que explicarlo, por supuesto. Nótese que de algunos personajes, situaciones o escenas no hemos hablado. Vale.
No hemos de olvidar a la familia del suicida, compuesta por el interfecto (el tío Visen, que es como era conocido Vicente Barrachina) su mujer y su hija Encarnita. Por cierto, la escena del comienzo de la novela, en la que se describe el rescate de su cadáver es una escena narrada con una marcada estética naturalista: el doctor Benito atiende a un hombre con la espalda llena de magulladuras y rasguños, mientras se describe con detalle el cuerpo del herido. La descripción de la casa del suicida y de las tareas para sobrevivir de la viuda y la hija es otro ejemplo claro de narrativa naturalista, por cuanto el relato se detiene con delectación en describir aspectos desagradables del lugar y también guarda relación con las teorías del determinismo biológico. La que nos interesa es Encarnita, de la que Ramón descubrirá que está embarazada (ya veremos de quién). Ah, y algo de un papelito relativo a unas acciones, claro.
En el capítulo “El lazareto de la Jaquesa” conoceremos a un personaje singular de la literatura turolense de finales del XIX y comienzos de XX, Manuel Polo y Peyrolón, quien se encuentra retenido en el lazareto cercano a Teruel. Se trata de un escritor que no gozará en esta novela de muchos parabienes y resultará antagónico de Ramón, casi un fantoche, carlistón de pura cepa y que tiene un encontronazo con Ramón.
De la trama del teatro -hay que recordar a la señorita Lis, la actriz principal, el señor Martínez, Huertas- debemos recordar algo de una linterna mágica, del diputado Rodríguez del Rey y de ciertos tejemanejes de Julio.
Finalmente, las hermanas Catalán de Ocón también son importantes, como Pepe Larrubia (el abogado) y el final, del que aquí no hablaremos, hay que explicarlo, por supuesto. Nótese que de algunos personajes, situaciones o escenas no hemos hablado. Vale.
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