lunes, 4 de noviembre de 2013

Happy Birthday, Mike

    Tanto Halloween y tanta semana del terror en el instituto -con un gran éxito, todo hay que decirlo- que se nos ha pasado una de esas efemérides que queríamos recordar a toda costa: la del primer álbum de la serie del teniente Blueberry, de Charlier y Giraud, que apareció el 31 de octubre de 1963 en las páginas de la revista Pilote. El primer volumen de la colección se titula Fort Navajo y pretendía describir la vida de un regimiento de caballería en un puesto fronterizo. El protagonista es Mike Steve Donovan (Blueberry), pero eso lo sabremos más adelante, en álbumes posteriores, cuando averigüemos su historia y orígenes. Su parecido con el entonces actor de moda Jean Paul Belmondo es claro (incluida su nariz), y en su carácter se pueden ver rasgos de rebeldía y un carácter testarudo, propenso a buscarse problemas, además de ser un bebedor, mujeriego y jugador de cartas. En este sentido, la idea de seguir las andanzas de un grupo de soldados en un acuartelaimiento de la frontera lo acerca a lo que hizo James Warner Bellah en sus relatos del Oeste, que tan bien adaptó a la gran pantalla John Ford (Fort Apache, Río Grande, La legión invencible...). Pero este planteamiento inicial fue cediendo terreno a aventuras que lo alejaban de Fort Navajo y lo llevaban a través de todo el Oeste, donde iba encontrándose con todo tipo de personajes, incluidos los históricos (Grant, Gerónimo, los hermanos Earp...). En España lo publicó la editorial Norma y antes apareció en Bruguera y otras revistas. Ha tenido incluso una adaptación al cine -Blueberry, la experiencia secreta (2004)-, pero sobre ella es mejor no hablar, porque no es precisamente de nuestro agrado. Con este personaje y sus aventuras, Charlier y Giraud se situaban en la estela de otras creaciones anteriores, como el Sargento Kirk o Red rider, entre otros, pero lo llevaron a cotas mucho más altas y difíciles de superar.

Portada del primer volumen
     En fin, que desde aquel primer álbum han venido cincuenta detrás, no siempre escritos por Jean Michel Charlier, que falleció en 1989; tampoco el gran Giraud (Moebius) ha estado detrás de todas las ilustraciones, pues a partir de los años 90 delegó en otro grande del cómic, Michel Blanc-Dumont, para algunas de las entregas de "La juventud de Blueberry", una de las tres series en las que se divide el corpus de las obras del teniente Blueberry. Las otras dos son "Marshall Blueberry", con Vince Vance y Michel Rouge en los dibujos, mientras Giraud se ocupaba del guión; y, por último, "Blueberry", la gran serie, siempre con Giraud como dibujante o, tras la muerte de Charlier, también como guionista. Ah, y Colin Wilson, también en la serie de la juventud de Blueberry. Con la muerte de Giraud hace ya más de un año se cerraba -en principio- la posibilidad de continuar con sus aventuras que, en los últimos tiempos y sobre todo en la serie sobre su juventud, amenazaban con no concluir nunca, con tramas cada vez más inverosímiles y enrevesadas, como si nuestro querido teniente fuera un personaje inmortal y hubiera que situarlo en todos los escenarios posibles del viejo Oeste, explotando todas las opciones. Pero más allá de estas pequeñas críticas lo que está detrás es una de las más poderosas creaciones literarias del pasado siglo. Y lo decimos así, sin ambages, pues cada historia posee un brío y un ritmo narrativos increíbles, absorbentes, que remiten a las buenas viejas historias, a todo el universo del western clásico. Así, son frecuentes las imágenes que nos recuerdan a los grandes westerns -un poco al modo de otra de las grandes series de cómics, McCoy, de Hernández Palacios y Gourmelen, donde cada viñeta es casi un homenaje a las películas del Oeste-, como la portada de uno de los mejores álbumes de la serie: Balada por un ataud, que evoca la estampa de John Wayne en The Searchers. O la película El oro de McKenna (1969), que tanto debe a El fantasma de las balas de oro. Por supuesto, también hay que destacar la influencia del spaghetti western, aunque eso es ya otra historia y, cronológicamente, sea un poco posterior a nuestro teniente.

Portada de Balada por un ataúd
    Pero las series del teniente Blueberry son, sobre todo, entretenimiento, evasión y disfrute, articuladas de manera coherente, con un personaje que va ganando en profundidad, complejidad y empaque conforme avanzan sus aventuras y que deja de ser ese joven díscolo y que rezuma nouvelle vague para convertirse en un maduro y desengañado jugador de póquer en cualquier garito de la frontera. Entre medio, continuas decepciones, poco reconocimiento y amigos y amores que se han ido, situaciones angustiosas y peligros constantes. Personajes como Jim McClure, un borrachín siempre dispuesto a ayudar, siguiendo el modelo del personaje de Victor McLaglen en las películas de Ford, o Red Neck, más serio y circunspecto, pero fiel al teniente; y, cómo no, la impresionante Chihuahua Pearl, sueño inalcanzable de Blueberry, que se cruzará en más de una ocasión en su camino...¡Qué más se  puede pedir! Bueno, tal vez que alguien tenga a bien donarlo a la biblioteca del instituto...Por todo ello, Happy Birthday, Mike.

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