Habíamos dejado a nuestro querido Charles Lamb llegando a las tierras turolenses y conociendo, de primera mano, el carácter español en una posada de Manzanera, ya en la provincia de Teruel. El contraste entre las formas refinadas y elegantes de los dos ingleses -Lamb y Gruneisen- y la rusticidad de los arrieros de la posada en la que se detienen a descansar produce cierta comicidad, con algunos tópicos sobre los españoles que nos recuerda Lamb. La visión de Gruneisen es más desengañada, menos inocente que la de su dibujante, quien también ha acudido a España a retratar a las gentes como son, con sus rasgos y particularidades, su vida sencilla. Tras la estadía en este lugar parten hacia La Iglesuela del Cid, que es donde acudirán en breve las tropas carlistas y donde Lamb comenzará a ejercitar sus pinceles con retratos de toda la patulea de cortesanos y marqueses que se acercan deseosos de ser inmortalizados por el dibujante británico.
Un cañón que tiene mucha historia |
Mientras esperan la llegada de don Carlos, vamos conociendo a otros personajes, como fray Bernardino o el hijo de la posadera de Manzanera, que tendrán más importancia conforme avance la historia. De quien ya casi no sabremos nada es de Gruneisen, posiblemente el primer reportero de guerra de la historia, porque la narración en primera persona de Lamb se va a circunscribir a sus propias andanzas por el Maestrazgo. También conoceremos a fray Aquilino y el Polaino, dos personajes negativos, malvados y algo fantoches, que acompañan a las tropas y que enseguida tienen un encontronazo con Lamb. De ellos volveremos a saber hacia el final de la novela, pero eso es mejor saberlo más tarde, como lo que sucederá con una gitana por la que bebe los vientos Charles Lamb o un tal Martín, que aparece mutatis mutandis en Caballos de labor, la última novela de Antonio Castellote. Ah, y también aparecerá Ramón Cabrera, mostrando su dominio de lenguas (llama a Charles Carlos Cordero) y su mala baba...
Arrieros y navajas en la posada |
Pero más allá de que vayamos desgranando torpemente el argumento de la novela, lo que pretendemos es señalar una serie de aspectos que hagan de su lectura un acto placentero, para aquellos lectores que quieran acercarse a nuestra historia de una manera amena, divertida y de calidad. Fabricación británica es la historia de un viaje personal y de crecimiento de un personaje, Charles Lamb, de cuya evolución y aprendizaje somos testigos a lo largo de la narración. De un joven que es algo snob y también algo cínico –un poco como Gruneisen, que queda algo oscurecido en la narración, como hemos señalado-, pasamos a un reportero gráfico convertido en pintor, que ama las cosas sencillas y cercanas, que es consciente de sus defectos y escasas virtudes, pero capaz de querer a los demás y ser bueno. Y eso es lo que creemos que le enseña la estancia por las tierras del Maestrazgo. En ese sentido, la novela puede resultar la clásica bildungsroman (o novela de aprendizaje), si bien hay que analizar y profundizar en determinados aspectos. Lamb es un personaje cuyos rasgos vamos a ver repetidos en otros posteriores y que ya habían sido más o menos presentados con Güino, narrador de Modelo sin dolor (2000), esa novela río de la que algún día trataremos.
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