Llega el final de curso con sus intrigas, sus chapuzas, sus leyes y decretos que abrotoñan por doquier, en medio de una sensación de desintegración que parece marcar los tiempos (añádasele el sorpasso en los octavos de final de ayer). Todo añascado, pasando por las horcas caudinas de una legislación cada vez más absurda y enrevesada, llena de pampiroladas e iniquidades (véase la titulación de los chicos de la FPB). Y en estas que nos enteramos de que ha muerto Bud Spencer y nos entra la desolación; ante tanto alfeñique (intelectual) que pulula por las administraciones un par de sopapos de Bud irían que ni pintados. Hubiera puesto firme a más de uno y nos hubiera ahorrado miles de problemas. Entre él, el Equipo A y algún otro se veían las cosas claras (buenos y malos) y la vida parecía de otra manera. En fin, que una parte de la infancia de varias generaciones concluye con su muerte y nos deja con ese sentimiento que antes mentábamos de final de ciclo en muchos aspectos y de inicio de algo desconocido, que no nos apetece y que no tiene buena pinta...
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