viernes, 5 de diciembre de 2014

En la orilla

El chico de música nos envía la siguiente recomendación de lectura: En la orilla, de Rafael Chirbes, que estuvo recientemente en Teruel presentado el último número de la revista Turia, con un monográfico dedicado a él. Acompaña su recomendación de un fragmento que hará pensar a más de uno.

El escritor valenciano Rafael Chirbes ha recibido, a lo largo de su carrera, varios premios. Su prosa es, a menudo, intensa y asfixiante, seguramente porque no hay mejor manera de adentrarse y sentir de cerca las oscuras y sórdidas historias que encierran sus novelas. Quizá esto no anime demasiado a un alumno de la ESO o de Bachillerato a abrir alguno de sus libros. No seré yo quien intente convencer a nadie de nada en este terreno. Uno solo avisa y, para ello, nada mejor que leer un pequeño fragmento de En la orilla, novela del 2013 que ha recibido el último premio Nacional de Narrativa. Un consejo: si eres un tipo violento, no lo leas o... te sentirás profundamente ridículo.

    Me he movido en las rutas del pantano desde que soy capaz de establecer recuerdos. Me mostró mi tío el manejo de la escopeta cuando apenas tenía once o doce años: por entonces, los niños madurábamos temprano; con nueve o diez años ayudábamos en el campo, en la obra, en los talleres. El impacto que me produjo el primer disparo me dejó un moratón en el hombro y casi me tiró al suelo. Como es de suponer, erré el tiro, así que me volví muerto de vergüenza hacia él. Creía que iba a burlarse de mí, pero no, no se rió, como yo me temía, sino que me pasó la mano por la cabeza, me frotó el pelo y me dijo: acabas de adquirir el poder de que lo que está vivo muera, un poder más bien miserable, porque el verdadero poder -y ése no lo tiene nadie, ni Dios, lo de Lázaro no se lo creyó nadie- es devolver a la vida lo que está muerto. Quitarla es fácil, eso lo hace cualquiera. Lo hacen a diario en medio mundo. Abre el periódico y lo verás. Incluso tú puedes hacerlo, lo de quitar la vida, siempre, claro está, que mejores un poco la puntería (ahí sí que sonrió y afiló ,guasón, las comisuras de los ojos grises y vivos, el buen humor los rodeaba de una telaraña de pequeñas arrugas). El hombre, que ha sido capaz de levantar inmensos edificios, de hacer desaparecer montañas enteras, de abrir canales y de cruzar puentes sobre el mar, no ha conseguido que vuelva a levantar los párpados un niño que acaba de morir. A veces lo más voluminoso y pesado es lo más fácil de mover. Piedras enormes en la caja de un camión, vagonetas cargadas de metales pesados. Y fíjate, lo que guardas dentro de ti, lo que piensas, lo que deseas, que, al parecer, no pesa nada, no hay forzudo que sea capaz de echárselo al hombro y cambiarlo de sitio. No hay camión que lo mueva. Conseguir que te llegue a querer alguien que te desprecia o a quien le eres indiferente es bastante más difícil que tumbarlo a porrazos. Los hombres pegan por impotencia. Creen que pueden conseguir por la fuerza lo que no son capaces de conseguir con la ternura, con la inteligencia.
                         Extraído de En la orilla de Rafael Chirbes, Anagrama, Barcelona, 2013, págs 47 y 48.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario