domingo, 4 de marzo de 2012

Segunda parte del Quijote (o del examen)

"Cuenta Cide Hamete Benengeli...". Así comienza la segunda parte del Quijote en la versión de Vicens Vives que estamos leyendo e intentando comentar en clase. Lo que vas a ver a continuación son unas breves notas, apañaditas, con pistas para el inminente examen del viernes, que se suman a las que el otro día señalamos en clase. El lunes y el martes completaremos este extraño documento "resumen-pistas".
       Así, tras retornar algo perdido y trastocado, se prepara para su tercera salida. A la mujer de Sancho no le hace mucha gracia, pues no entiende la necesidad de partir ni cree en las promesas que pueblan la cabeza de Sancho, aunque al final, según Sancho, acepta que este se vaya de nuevo. Sin embargo, don Quijote al principio no quiere pagarle un salario, aunque finalmente accede a que lo acompañe, para alegría de casi todos. Se dirigen al Toboso, a buscar a la sin par Dulcinea, y es aquí donde Sancho duda de lo que está haciendo ("Mi amo es un loco, y yo no le voy a la zaga, pues le sigo las locuras") y de que no va a encontrar a Dulcinea. Tratará de engañar a su señor con unas labradoras, creando una situación cómica. Fíjate en cómo a partir de ahora don Quijote deja de sufrir tantas alucinaciones como al principio de la novela ("...bien entiendo que no hay que fiarse de las apariencias").

       De la pelea con los comediantes no vamos a comentar mucho, salvo que don Quijote renuncia a la aventura contra los "fantoches", conminado esta vez por Sancho, quien es apreciado por el Caballero de la Triste Figura: "Cada día, Sancho, te haces menos simple y más discreto". Es curioso e interesante el diálogo entre los escuderos y el Caballero del Bosque que viene después, con el desafío que se plantea entre ambos caballeros. Resulta que el caballero y su escudero son Sansón Carrasco y el vecino Tomé Cedial y Sancho y su señor deciden seguir su rumbo.
       El capítulo del caballero del Verde Gabán es interesante para alguna posible pregunta de examen, pues aquí se muestra que don Quijote es un loco cuerdo o un cuerdo loco: "Tan admirado quedó el del Verde Gabán del buen razonamiento de don Quijote, que dejó de pensar que el hidalgo era loco o mentecato", pero, a continuación, este caballero se queda de piedra al pedir don Quijote que soltaran unos leones que iban enjaulados y que él sería capaz de derrotarlos ("¡Dios Santo! dijo para sí el del Verde Gabán, comprendiendo que nuestro caballero estaba loco"). La pereza del león será tomada como una victoria por don Quijote, para alivio de los presentes. En casa de don Diego de Miranda (el caballero del Verde Gabán), su hijo dirá que "don Quijote era un loco entreverado, lleno de lúcidos intervalos, al que no podían remediar todos los médicos del mundo".
      Poco diremos del capítulo de las bodas de Camacho, de carácter sentimental y antesala del imprescindible y emotivo descenso a la cueva de Montesinos, que vendrá poco después. Es destacable lo bien que se lo pasa Sancho comiéndose una gallina, aunque se quedara sin todo el banquete.
     
    Y es que el episodio de la cueva de Montesinos es un valor seguro en el examen. Se trata de una parodia de las narraciones de sueños alegóricos y viajes a ultratumba, que eran frecuentes en los libros de caballerías y en otras narraciones del Siglo de Oro. A esta cueva acude don Quijote con la curiosidad de las maravillas que se cuentan de ella, acompañado por su fiel Sancho y por un humanista. Don Quijote volvió a subir con los ojos cerrados (tiraron de la cuerda sus dos amigos) y luego les contó su profundo sueño: "Dios os perdone, amigos, que me habéis quitado de la más sabrosa y agradable vida que ningún humano ha pasado, pues ahora acabo de comprender que todos los placeres de esta vida pasan como un sueño o se marchitan como la flor del campo". Y es en la narrración de lo que le ha sucedido en la cueva donde se muestra la grandeza del personaje y la imposibilidad de sus sueños. Será allí, tras el relato de Montesinos (un caballero de la corte del rey Carlomagno al que citaban a menudo los romances españoles), cuando Don Quijote se dirija a una dama en quien cree ver a Dulcinea, y que esta le dio la espalda. Aunque no aparezca en la versión que estamos leyendo, hay otros detalles que muestran cómo su amor hacia Dulcinea es imposible, como las monedas que le pide y que no tiene... Episodio con múltiples interpretaciones y muestra el desengaño progresivo del personaje, a la vez que supone una visión esclarecedora de su historia. Y es interesante también ver cómo don Quijote es capaz de fabular y organizar tan bien un discurso sobre lo acontecido allí, lo cual refuerza la idea de que no está tan loco como aparenta. 
     Pasamos un poco de puntillas por el episodio de Maese Pedro y su retablo, así como el episodio del mono adivinador, que nos vuelven a mostrar el desvarío de don Quijote y su incapacidad para distinguir ficción de realidad. Lo mismo haremos con el episodio del rebuzno: al pobre Sancho le dan un fuerte golpe y don Quijote apenas puede defenderlo ("No huye el que se retira, Sancho, porque la valentía que no se funda en la prudencia se llama temeridad, y yo confieso que me he retirado, pero no huido"). Se dirigen hacia el río Ebro a continuación, donde don Quijote confundirá unas grandes aceñas (molinos de agua) con unos castillos. La patética lucha entre los molineros, que tratan de evitar que la barca en la que don Quijote y Sancho atraviesan el río, y don Quijote confundiendo de nuevo las cosas, es el siguiente episodio. Sin embargo, serán los molineros los que salven a los dos protagonistas de morir ahogados. El desencanto y el cansancio comienzan a hacer mella en ambos.


         El encuentro con los duques constituye el siguiente episodio de las andanzas de nuestros protagonistas. Atención, porque aquellos han leído las aventuras de don Quijote y Sancho (la primera parte). Ante estos personajes, don Quijote muestra sus respetos, pese a que los duques no hagan más que engañar con farsas caballerescas a los dos desdichados: "...yo, caído o levantado, a pie o a caballo, siempre estaré a vuestro servicio y al de mi señora la duquesa, digna señora de la hermosura". En la recepción que les dispensan en el castillo, el eclesiástico se burla de ellos y aconseja a don Quijote que retorne a su hogar y se deje de sandeces caballerescas: "...dejad de andar vagando por el mundo, perdiendo el tiempo y dando que reír". La respuesta de don Quijote ante tal agravio es contundente y provoca el aplauso de los duques. Es interesante este capítulo para el examen - como el de la cueva de Montesinos - porque también la duquesa sugiere que tal vez Dulcinea no existe ("según la historia que anda impresa, el señor don Quijote nunca vio a la señora Dulcinea, ni existe tal señora, porque vuestra merced la engendró en su fantasía". No menos destacada es la reflexión metaliteraria: los personajes son conscientes de la fama de la obra e incluso don Quijote pregunta a los duques si en la primera parte llegó Sancho a enviar la carta a Dulcinea.
      Se los llevan a una montería y el duque y Sancho mantienen una interesante conversación de carácter social (páginas 308-309). Esa noche aparecerá en el bosque el célebre Merlín, quien propondrá un curioso método para desencantar a Dulcinea (recuerda que don Quijote afirmaba que estaba encantada y que había adoptado la forma de una aldeana). El enfado entre el caballero y su escudero a raíz de la manera de desencantar a la dama es una típica preguntita breve del examen (o eso comenta Cide Hamete). 
     Más adelante, Sancho escribirá a su esposa, anunciándole que ya es esposa de un gobernador. La condesa Trifaldi narrará una triste y sobrenatural historia (parodia de las transformaciones maravillosas de las novelas de caballerías) y les introduce la historia del caballo Clavileño, que será el tema del siguiente capítulo. El engaño al que son sometidos con el famoso caballo provocará la comicidad y las burlas por parte de los duques, mientras que nuestros protagonistas creen estar en un viaje fantástico al reino de Candaya. Quien más exagera es Sancho, que provocará la siguiente reacción de su señor: "Sancho, si queréis que os crea lo que habéis visto en el cielo, yo quiero que me creáis a mí lo que vi en la cueva de Montesinos. Y no os digo más". 
       Por hoy lo dejamos. Mañana nos dedicaremos a la ínsula Barataria y a otros asuntos. 



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